Un día, me encontraba
en mi pequeño pueblo observando cómo se llevaban a cabo las obras en un espacio
natural; se estaba remodelando para que fuese un lugar más turístico y
agradable. Al ver los progresos que iban alcanzando las obras, un extraño y
mágico recuerdo de un sueño invadió mi mente por completo; era un sueño
repetitivo que tenía cuando era muy pequeño, el cual vivía como si fuese real,
cada vez que me sucedía:
La luna es la única luz que alumbra este barranco;
sus aguas han sido sustituidas por ramas secas de las que cuelgan extrañas
telas rasgadas, que dan la sensación de ser un lugar abandonado y perdido. —Ya
estoy aquí de nuevo, —me digo consciente de que es un sueño, pero sabiendo que
es tan real que no puedo evitar vivirlo como tal, algo verdadero—. Al ser un
sueño repetitivo, ya sé lo que va a pasar, sin embargo, vuelvo a tener el mismo
comportamiento que siempre. Comienzo a andar por la senda que acompaña al
barranco por uno de sus lados, camino y camino sin descanso, es de noche, cada
vez estoy más adentrado en la perdida maleza vegetal; tengo miedo, pero
continúo. Llego a un sitio donde hay un pequeño lago, —al menos aquí sí hay
agua, —pienso—. La superficie está tan calma, que resalta el dibujo perfecto de
la luna llena en ella. Me quedo mirándola atolondrado. El crujir de una rama
llama mi atención; mis ojos se clavan en un árbol que se alza en una de las
paredes contiguas al lago. Conozco este lugar pero, en ese árbol, entre sus
ramas, ahora hay una caseta de madera perfectamente montada. La miro fascinado,
descubro una escalera que da acceso a ella. Me dispongo a subir cuando un
sonido humano distrae mi atención; proviene de la casita del
árbol:
—Pssh.
El sonido nace de mi hermano, que se asoma y me mira
sonriendo desde esa casa tan estupenda. —Genial, esa garita debe haberla
construido él, querrá enseñármela, —me digo—. Comienzo a subir peldaños de la
escalera, cuando estoy por la mitad, vuelvo a mirar a mi hermano; sigue
sonriendo pero, la sonrisa se va transformando en un gesto serio a medida que
sus ojos se tornan negros como el hollín. Su expresión está cada vez, más
invadida por la rabia y yo pienso que algo no va bien; mi hermano me está
produciendo miedo: —éste ya no es mi hermano, —pienso aterrorizado—. El pánico
se apodera de mí y me empuja a huir de mi pariente sin sentido. Corro por dónde
he venido sin parar, siento su presencia persiguiéndome, le escucho gruñir y
dar zancadas detrás de mí. —¿Qué le pasa? Está poseído. No le reconozco. ¿Por
qué hace eso? Quiere hacerme daño, lo intuyo, —reflexiono frenéticamente
mientras corro incansable—. Llego al pueblo, al fin. Parece que lo he
despistado, estoy mucho más tranquilo. Un vecino conocido anda por la calle,
voy hacia él horrorizado, en busca de ayuda.
—¡Carlos, Carlos! ¡Ayuda!
—¿Qué pasa, Fran? ¿Dónde vas a estas horas? Es un
poco tarde, tus padres deben estar preocupados.
—¡Mi hermano! Se… se ha convertido en algo malo, no
es él. Me persigue, quiere hacerme daño, —respondo con voz temblorosa.
—Está pasando de nuevo… No sé lo que es, pero se
cuenta que hay un ser que habita en el lago de los pozos; ese ente corrompe y
roba la personalidad de las personas transformándolas en súbditos, que emplea
para atacar y transformar a los demás. Cuando yo era pequeño ya lo viví. Y
parece que tu hermano es víctima de él. Sé cómo combatirles, tú eres muy
pequeño, debes esconderte. ¡Rápido, ven conmigo!
—Sí. ¡Por favor! ¡Ayúdame, salva a mi hermano!
—Lo intentaré pero no te prometo nada. ¡Rápido!
¡Vamos!
Me lleva cogido de la mano. Entramos en su casa y me
esconde en un armario.
—Aquí estarás a salvo. Pronto volveré.
—Vale, —replico llorando y muerto de miedo, mientras
me meto en el armario oscuro.
Oigo cómo se aleja y cómo se cierran las puertas; el
silencio llena la habitación. Estoy atormentado, paralizado por el miedo, pero
una fuerza me lleva a salir de allí. No sé por qué, pero voy corriendo de nuevo
hacia el barranco maldito. Voy hasta el punto donde lo abandoné y continúo
bajando por el camino. Llego hasta el lago de los pozos. La catarata que
normalmente rompe en ese lago ha desaparecido, el agua está estancada y las
ramas cubiertas de telas horribles están por todas partes. Me quedo mirando el
lugar; está todo muy cambiado. Ese paraje natural tan bonito se ha transformado
de repente, ya no es tan natural. Del agua comienza a manar un humo negro
intenso. Se forma un pequeño oleaje en el centro que se esparce hacia fuera;
asciende de él lo que parece una forma humana, del mismo color negro que el
humo, una especie de petróleo chorrea y se desliza por todo su cuerpo, con los
brazos extendidos a los lados, la cabeza gacha y sus piernas, fundidas en una
que se junta con el lago, como si formase parte de él. Levanta la cabeza y me
mira, sus ojos brillan del color rojo de un semáforo. Abre la boca, deja asomar
unos dientes blancos afilados al mismo tiempo que suelta un grito desgarrador,
que me paraliza y me deja sin habla ni respiración. Levita por encima del
charco hacia mí. No puedo huir, no puedo hacer nada, —me va a transformar,
—pienso aterrado—. En ese momento despierto.
Esta pesadilla lúcida y real, que vivía en muchas
noches de mi infancia, se me había olvidado por completo durante años hasta
este momento en que ha vuelto a mi memoria, con la nitidez y detalle del que
acaba de despertar. Asombrado, maravillado, algo temeroso y con un escalofrío
que recorre mi cuerpo, plantando todos mis pelos, como si un campo de electricidad
estática estuviese expuesto ante mí, compruebo que las obras del lago de los
pozos, que mis ojos observan ahora, 18 años después, coinciden con mi visión en
el sueño. Vi en sueños como sería este sitio, y ahora entiendo, por qué me ha
vuelto el recuerdo y catalogo ese sueño de, premonitorio i-real.
Hay sueños que son el preludio o el recuerdo de la realidad vivida. Buen relato, me quedo en tu espacio entre vida y letras
ResponderEliminarUn saludo
Hola, Coté. Hay sueños que jamás seremos capaces de poder explicar. Muchísimas gracias por leer y quedarte entre nosotros, es un placer. Saludos!
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