Déjame
hacerlo.
Deja que
te llene de palabras que quizá nunca te han dicho. O quizá sí. Porque, ¿cómo no
te van a decir cosas hermosas con una belleza tan excelsa y suprema?
Deja que
te siga inundando con letras que dicen más de lo que lees. Sin querer y sin
saber. Queriendo y sabiendo. Deja que tu alma vuele libre entre estas líneas.
Y es que
el lenguaje está para algo. Por algo se nos desarrolló, miles de años atrás.
Por algo dimos forma a los sentimientos en forma de letras que, juntas, crean
sensaciones.
Déjame
que te escriba algo cuando, en las noches más oscuras, sientas que estás en
soledad. Cuando tu más profundo y siniestro mal estar no te deje vivir en paz.
Y deja que lo haga cuando un impulso incontrolable me lleve a ello.
Deja que
te escriba. Que lo haga con pasión, locura y misterio. Cuando no haya más mundo
que el poco espacio que nos separe.
Y
también, ¿por qué no? Deja que te escriba algo cuando cada segundo que pase
estando alejados, sea para sufrir. Para sentirnos solos y desamparados, con una
parte de nosotros que ha sido arrebatada.
Y déjame
que te diga, también, mediante la escritura, que no sé si es bello vivir si no
estás a mi lado.
Déjame
que te escriba algo con algo que no es más que mi propio deseo de tenerte
cerca. Deja que te escriba mientras sufres el dolor de haberte entregado a
alguien sin tener correspondencia. Y deja que lo haga porque así te sentirás
arropada y amada, no como aquel que no te supo valorar como mereces.
Y en las
largas travesías y viajes en los que nadie te acompañe, deja que sean mis letras
las que te hagan se sienten a tu lado y te den aliento para llegar al destino de tu viaje.
Aquel destino que no ha de ser otro que mis propios labios, cuando has sabido
que estas letras, son escritas para ser atraídos los tuyos a los míos.
Y déjame
que te escriba algo porque no puedo hablarte, porque, precisamente, estás tan
lejos que me es imposible hacerlo. Que me supone un esfuerzo sobrehumano llegar
a ti.
Deja que
te escriba algo que nunca olvides y remueva tus inquietudes. Deja que te
escriba, y déjame, sabiendo que con esas palabras podrás reencontrarte otra
vez.
En los
amaneceres y atardeceres en los que a nadie escuches y en nadie pienses, deja
que te escriba el modo de hacerte feliz, a mi manera.
Y, cuando
no tenga palabras que escribir, pídemelo, pídeme que te escriba algo. Oblígame
a ello. Amenázame con la muerte si no soy capaz de escribirte algo. Enséñame
los dientes y clávame un puñal por la espalda cuando no pueda escribirte lo que
mereces leer.
Déjame
hacerlo.
Déjame
crear largas parrafadas que guarden referencia directa con tu mirada y tu ser.
Que describan secretos que nunca te dije y que sepas de qué modo te pude amar
alguna vez.
Te
escribiré, siempre y cuando me dejes hacerlo y desees leerlo. Lo haré sin
ninguna duda. Lo haré incluso mientras duermo, a través de los sueños. Te
escribiré sin parar, loco de amor, lleno de sentimiento y pasión. Con ilusiones
perdidas que tú te encargas de revivir.
Déjame
que te escriba algo tan bonito que no puedas dormir por las noches cuando lo
recuerdes y sepas que no estarás en calma hasta que estés cerca de mí.
Así te
escribiré, mientras las horas del reloj pasan y las arañas tejen sus telas,
incansables y constantes. Lo haré con tesón, sin pausa ni consideración.
Escribiré cosas que van más allá de palabras bonitas. Escribiré duro y sin
compasión, con crudeza y dedicación. Y lo haré porque me dejarás hacerlo.
Déjame,
amor, que escriba lo que siento por ti cuando creas que el amor ya no existe,
cuando el dolor de tu corazón haya sido provocado por aquel que no te amó. Así
te haré sentir mejor, con palabras de ánimo y cariño.
Eso sí,
no me pidas que no escriba, porque lo haré, lo seguiré haciendo día y noche,
sin parar, y no será dedicado a ti.
No me creo que no tengas ningún comentario. Tus escritos merecen ser elogiados, es magnífico, Bravo!!
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