Se va alejando por la acera, me
quedo mirándola antes de girar y tomar mi camino, contrario al suyo. Giro, me
dirijo al trabajo, echo un vistazo a la escultura de la Dama Ibérica, que
descansa en la rotonda, como cada mañana, unos rayos de sol matutino la bañan
levemente. Doblo la esquina, el hotel me espera, los clientes me esperan. Mi mente
intenta ocuparse con mis obligaciones sin éxito, no puedo dejar de pensar en lo
que acaba de suceder. <<Tengo su número,
tengo su número. Voy a enviarle un mensaje para cuando encienda su móvil,
supongo que será al final del día, da igual, lo haré de todos modos, para que
se lo encuentre al encender>>, me detengo
pensando y sacando el móvil de mi bolsillo. <<No puede ser>>, exclamo al
advertir una ráfaga de ese aroma delicioso que lleva Sara. Me giro, pensando
que ha vuelto a buscarme; no está. <<Idiota, ¿crees, que
porque te haya dado su número está tan interesada en ti que volvería a
buscarte? Ingenuo>>, me dice la voz
interior. Me olvido de esa estupidez y me centro de nuevo en el móvil para
enviarle un mensaje. Abro el whats app;
voy al buscador de personas e introduzco su nombre: Sara.
Sara Barbate móvil
La vida es bella :D
Sara Félix móvil
Carpe diem ;P
Sara Jaén móvil
Mamá cómprame unas botas que éstas están rotas.
Sara Robledo móvil
No
hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti.
La elijo de entre
todas, me he detenido un segundo a leer su frase de estado. <<Estoy totalmente de
acuerdo con esa frase, ahora me gusta un poco más, ¿tendrá esa humildad que
tanta falta les hace a las chicas guapas de esta ciudad? No lo sé, pero esa
frase dice mucho de ella, —reflexiono, mirando la pantalla sin mensajes de su
chat que estoy a punto de estrenar—. ¿Qué le digo? Ya está>>:
Sara Robledo
últ. vez hoy a las 08:17
Hola, señorita Robledo 08:45
Te escribo para que
no te
olvides de mí,
¿eh? Jajajajaj 08:45
Espero que te vaya
genial en
tu viaje 08:46
No te olvides de
tocar la
piedra siempre,
ni de traerme un
regalo en
forma de
souvenir 08:46
Te mando muchos
besos,
preciosa 8:47
Cierro el chat y
continúo mi camino hacia el trabajo, para cumplir con mi jornada laboral de
comercial vendedor de seguros para los clientes del hotel.
Hoy me espera un
cliente muy especial, me avisaron ayer que vistiera mi mejor traje porque hoy
llegaba a hospedarse, Anthony Hopkins; actor de renombre al que admiro desde
que vi la película: ¿Conoces a Joe Black?.
Hice caso a mi jefe y me he puesto el traje Versace color gris oscuro que
me favorece tanto; una camisa entallada blanca con una corbata estrecha del
mismo gris que el traje, cumplen su cometido de llevar un look elegante y
discreto. Los zapatos, negro brillo, terminan de darme un aspecto juvenil a la
vez que serio. Un peinado hacia atrás y una barba bien perfilada me dan un
semblante correcto y formal. Entro por las puertas correderas, el
recepcionista, Álex, me saluda, bromeando:
—Buenos días. Qué,
¿estás preparado para hablar con Hannibal?
Ten cuidado, no te vaya comer para el almuerzo, —y ríe como un loco.
No me hace
demasiada gracia el comentario, no me cae extremadamente bien este tío, no
somos compatibles. Aun así, contesto educadamente.
—Buenos días. Quizá
me lo coma yo a él, nunca se sabe. Hasta luego.
Sigo mi camino,
tomo el ascensor y me elevo hasta la planta número doce, allí me espera Sandra
Rodríguez, mi compañera de trabajo. Formamos un equipo excepcional y pocos son
los clientes que se resisten a contratar un seguro con nosotros durante su
estancia en el hotel. Ella es una mujer despampanante; nos hemos acostado
varias veces, pero los dos sabemos y hemos llegado a la conclusión, de que no
somos el uno para el otro, eso sí, el sexo que hemos compartido ha sido de los
mejores que hemos podido disfrutar los dos, ella es multiorgásmica y yo… yo soy un aventurero al que le gusta disfrutar
y probar de todo lo que se puede probar en esta vida. Hoy, consciente del
cliente famoso, lleva un vestido negro, ajustado, con un escote pronunciado
pero que enseña lo justo de sus pechos naturales de volumen perfecto, una
americana también negra y unos tacones demasiado altos del mismo color. Es casi
más alta que yo y eso que mi estatura es de ciento ochenta y tres centímetros.
Después de repasar su modelito de hoy me acerco a ella, está hablando por
teléfono mientras mira por la ventana. Se ve media Valencia desde aquí.
—Buenos días,
Sandrita, —le digo en voz baja, cogiéndola por encima de su codo izquierdo.
Se gira, me toca en
el costado y me sonríe a modo de réplica. Su melena negra, larga y lisa esconde
un rostro angelical, con rasgos muy finos, ojos negros y grandes, custodiados
por unas pestañas que bien podrían confundirse con abanicos, y unos labios
carnosos de una forma tal, que cualquier hombre dejaría que lo hipnotizase a
besos, de hecho, son muchos los perseguidores de esta chica, que compagina su
trabajo aquí con su otro trabajo de personal
shopper. Su estilo y elegancia son absolutos y sublimes, no me extraña que
tenga tantos clientes, aunque siempre he pensado que muchos de ellos quieren
follársela y ya está; aunque eso no es asunto mío. Es una buena amiga con la
que he pasado buenos ratos sexuales y una gran compañera de trabajo, nada más.
Me siento en uno de
los butacones de lujo que tiene el ostentoso hotel y saco mi iPad para repasar
los puntos del día. De nuevo recuerdo a Sara, es un recuerdo inevitable que me
asalta, que se ha estado colando en mi mente durante días, pero el de hoy es
diferente, la conozco y presiento que a partir de este momento, esos recuerdos
invasores no van a parar de irrumpir en mi vida a cada rato.
Sandra termina la
llamada, se gira y me dice:
—¿A que no sabes lo
que me pasó anoche?
—No, ¿qué?
—Pues, iba caminando hacia casa…
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José Lorente.
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