—Interesante, —dijo Anthony—. Alan JR, pregunta
desde Twitter: ¿cómo podéis ayudarnos a evolucionar? ¿En qué aspectos?
—Buena pregunta. Os enseñaremos a sacar provecho de
energías que ni siquiera sabéis que existen. Os enseñaremos a desplazaros de un
sitio a otro rápidamente y sin esfuerzo. Aprenderéis a criar a vuestros hijos
de una forma mucho más eficiente, dotándoles de una inteligencia muy superior
desde que se encuentran en gestación, y así, hasta una larga lista de cosas
importantes. Creemos que todos salimos ganando con esta tregua.
—Hola, buenas noches, —sonó una nueva voz a través
del teléfono.
—Buenas noches, ¿tú eres? —Preguntó el presentador.
—Me llamo George Donovan. Mi pregunta es, bueno en
realidad son dos: ¿Podríamos ver el resto de tu cuerpo? ¿Podéis
volar?
—Sí y no. Si quieres ver mi cuerpo os lo mostraré,
pero tampoco hay nada más allá de lo que podéis ver, digamos que el resto es
una extensión de lo que ya está a la vista, aun así, os lo mostraré, —contestó
Jonhy levantándose. Un movimiento rápido hizo que las ropas cayeran al suelo,
escurriéndose de ellas como una anguila se escabulle de entre las manos. La
masa gelatinosa tomó una forma menos plana conforme tocó el suelo, después,
hizo varios movimientos como de rebote y volvió a su forma aplanada, era como
una tira de gelatina verde, sin más. Dio dos vueltas sobre sí mismo y luego se
movió unos metros a un lado y a otro, dándonos a entender que se movía por
algún tipo de fuerza que desconocemos, no hacía fricción alguna sobre el suelo,
era como si se deslizara sin ningún esfuerzo, la cojera anterior había
desaparecido, quizá sólo trataba de mantener la calma y que no sacásemos las
cosas de contexto al verle por primera vez.
—¡Impresionante! —Dijo Anthony comenzando a aplaudir
instintivamente. El público enloqueció y siguió los aplausos del presentador,
formando una ovación monumental. Jonhy hizo dos reverencias y se volvió a meter
de un plumazo en las ropas tendidas en el suelo, dándoles forma humana de
nuevo. Eso quería decir, que su cuerpo era moldeable y adaptable, llenando
mangas y camales.
—Bien, Jonhy. Llegamos a la parte final de esta
intrigante entrevista, la más escalofriante de todas las que he tenido el
placer de conceder, y mira que he hecho entrevistas raras, ¿verdad, amigos
extraños? Me gustaría acabar diciéndote que esto puede que cambie nuestro
mundo, y que, si todo lo que nos has dicho es así, quizá estamos ante la
revolución más grande que hemos podido vivir jamás. Si yo tuviera que decidir,
por mí ya estaríais viviendo aquí hace mucho tiempo, pero yo no soy quien debe
llegar a un acuerdo con vosotros, todos sabemos quiénes son esas personas.
—Tú no lo sabes, Anthony, pero has jugado un papel
importantísimo en todo lo que está pasando. Si no hubiese existido tu programa,
hubiera sido mucho más difícil difundir esta noticia, nuestras intenciones y
todo lo que queremos. Los gobiernos nos hubieran tratado de ocultar, guiados
por su miedo a perder el control y el poder sobre la población, y es que, en
cierto modo, tienen razón. La llegada de una raza con otro tipo de inteligencia,
como es la nuestra, puede tener consecuencias en el modo en que vuestros
líderes manejan el mundo. De hecho, tenemos intención de proponerles que
cambien muchas cosas para el bien de todos los habitantes de este planeta,
siempre llegando a ciertos acuerdos. Al final, se darán cuenta de que sus
formas no son las más idóneas. No son culpables de nada por haberlo hecho así,
sólo que vuestras limitaciones, y vuestro modo de evolucionar, os han llevado a
manejar la situación de ese modo. Con nosotros aquí, todo irá mucho mejor, de
eso podéis estar seguros, y el planeta, lo agradecerá.
—Bien, amigos extraños. Ya lo han escuchado. Jonhy
Petaca, el extraterrestre que ha venido a cambiar el mundo a mejor, o eso dice
él. Pero, ¿por qué no creer en que estos seres pueden venir para ayudar a
nuestro castigado planeta? ¿Por qué no confiar nuestra evolución a una raza
mucho más avanzada? Eso sólo puede contestárnoslo el tiempo. Lo que sí es
cierto, que a partir de hoy, todo el mundo tendrá un nuevo concepto de pensar
en los seres de otros mundos, y la prueba de ello la tenemos todos delante,
Jonhy Petaca. Buenas noches, y gracias por estar aquí, Jonhy.
—Un placer. Me encantará volver cuando queráis,
Anthony.
—Y a nosotros que vuelvas. Y a ustedes, mis queridos
amigos extraños. Os esperamos en el próximo programa. Como siempre, muy buenas
noches, a soñar con cosas ininteligibles que nos permitan desplegar nuestra
imaginación.
La música del programa resonó de fondo, las luces
bajaron su intensidad y la gente comenzó a levantarse de su asiento para
dirigirse a la salida. Yo hice lo propio, pero mi querida Maira seguía de la
misma extraña forma en que se quedó cuando Jonhy la miró, ausente de sí, como
hipnotizada, con la mirada enterrada en la nada.
—Maira, Maira, —le dije meneando su hombro con mi
mano. En ese momento, volvió en sí. Me miró con ojos de culpabilidad, como si
hubiese matado a alguien y se arrepintiera de todo—. ¿Está bien? Parecías
evadida.
—Sí, sí, tranquilo. Estoy bien, sólo me quedé
pensando en mis cosas, —contestó sin sonreír, algo que pocas veces hacía.
—¡Bruce! ¿Puedes bajar? —Dijo Anthony, que se había
acercado hacia el pie de las gradas. Era extraño, no había dado mi nombre en
ningún momento, pero lo pronunció, lo más probable era que Jonhy se lo hubiese
dicho—. Y dile a tu mujer que venga también, —tampoco tenía por qué saber que
Maira era mi mujer. Asentí con la cabeza, por mi cuerpo deambuló un rápido
escalofrío paralizador, luego emprendí mi camino hacia él, seguido por Maira—.
Acompañadme, —se giró y comenzó a andar, fuera de plató.
Recorrimos un largo pasillo hasta llegar a una
puerta de lo que parecía un camerino.
—Bruce, ¿qué hacemos aquí? ¿Por qué nos ha llamado
Anthony?
—No lo sé, cariño. Creo que el alien quiere vernos,
—de nuevo el mismo escalofrío que antes, paseando por mi interior.
—¿El alien? Bueno, querido, ya está. Dejaré de
fingir, ha llegado la hora, no he estado pensando en mis cosas, me ha pasado
otra cosa. Algo que en unos segundos sabrás, —contestó con demasiada pena,
tanta que parecía no ser ella misma.
—Pero, ¿de qué estás hablando?
La puerta se abrió. Allí estaba él, de pie, con ese
aspecto gelatinoso y sin más detalles que el brillo de las luces de la
habitación reflejándose en su superficie.
—Bien, Bruce. Supongo que te preguntarás por qué te
he pedido que vengas, ¿no? —Sonó esa voz que parecía venir de ningún sitio.
—Supones bien, —mi voz tembló al decir eso.
—Tu mujer tiene la respuesta. Eres muy bella, Maira.
Me habían hablado de ti, pero jamás imaginé que fueras tan hermosa, —añadió
Jonhy.
—Hola, Jonhy, —dijo Maira cabizbaja.
—¿Qué está pasando aquí? No entiendo nada, —dije
algo enfadado al mismo tiempo que atemorizado.
—Bruce, querido. Espero que me perdones por esto,
pero yo no soy Maira, soy de su raza y he estado infiltrada en tu vida para dar
información de calidad a los míos, —dijo retirándose la careta de humana y
descubriendo una masa gelatinosa de color azulado, que todavía tenía la forma
de su cara.
Di dos pasos atrás, tropecé con algo y caí al suelo
de culo. Los dos estaban apuntándome con sus extrañas cabezas translúcidas, una
plana y otra que mostraba las líneas de la cara de mi mujer. Por mi mente
comenzaron a pasar miles de recuerdos compartidos con Maira, mi amor; aquella
chica que me hacía pastelitos de fresa, la que me ayudaba en los momentos
difíciles, la mujer por la que había sentido las cosas más maravillosas que se
pueden imaginar. Todo parecía un sueño, pero no lo era. Algunas piezas
encajaron al mismo tiempo que la cara de Maira, iba adquiriendo la forma plana
de su compañero. Ahora entendí por qué ella, siempre supo encontrar los objetos
que perdíamos a veces, por qué tenía ese control mental preciso del uso de las
matemáticas, por qué soñé misteriosamente con ella, la noche antes de
conocerla. Supe que había sido un afortunado por haber vivido con ella y un
desdichado por saber que la perdía en ese preciso momento. Mi cabeza dio un
vuelco por la cantidad de información incomprensible que estaba recibiendo.
Todo comenzó a ponerse negro, me desmayé.
Hoy, diez años después, soy muy feliz por haber sido
de los pocos hombres que tuvo el placer de vivir con uno de ellos. No he
sufrido por amor, obsequiaron el experimento llevado a cabo conmigo con tener
amor eterno, de ese que cuesta tanto encontrar. Y puedo decir, como vosotros ya
sabéis, que efectivamente, aquel día cambió nuestro mundo para siempre, y no
precisamente para mal. Se lo debemos casi todo a ellos, los Petaca.
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José Lorente.
Esto sí que ha sido un final con un giro totalmente inesperado, ¡Genial! Claro, quien iba a imaginar eso, parecía todo parte de un presente, de un momento crucial cuando en realidad ya era parte de un plan pre-concebido durante años y que había llegado a su fin exponiéndolo al público.
ResponderEliminarDe verdad, te felicito por la historia, está muy pero que muy bien, al menos a mi me ha gustado muchísimo.
Besos!
Muchas gracias, FG. Ya sabes que me gusta dar giros inesperados a mis historias. Se les queda un punto e sorpresa que te hace pensar. Un besooo y gracias por tus comentarios y por leer. ;)
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