Déjame
hacerlo.
Deja que
te llene de palabras que quizá nunca te han dicho. O quizá sí. Porque, ¿cómo no
te van a decir cosas hermosas con una belleza tan excelsa y suprema?
Deja que
te siga inundando con letras que dicen más de lo que lees. Sin querer y sin
saber. Queriendo y sabiendo. Deja que tu alma vuele libre entre estas líneas.
Y es que
el lenguaje está para algo. Por algo se nos desarrolló, miles de años atrás.
Por algo dimos forma a los sentimientos en forma de letras que, juntas, crean
sensaciones.
Déjame
que te escriba algo cuando, en las noches más oscuras, sientas que estás en
soledad. Cuando tu más profundo y siniestro mal estar no te deje vivir en paz.
Y deja que lo haga cuando un impulso incontrolable me lleve a ello.
Deja que
te escriba. Que lo haga con pasión, locura y misterio. Cuando no haya más mundo
que el poco espacio que nos separe.
Y
también, ¿por qué no? Deja que te escriba algo cuando cada segundo que pase
estando alejados, sea para sufrir. Para sentirnos solos y desamparados, con una
parte de nosotros que ha sido arrebatada.