En el pequeño teatro,
de una pequeña localidad, de un gran país, tenía lugar un espectáculo de
muñecos de trapo. Lucía, una niña de seis años, estaba sentada entre el público,
observando embebida aquel curioso espectáculo.
Las marionetas bailaban, gritaban, lloraban, reían, <<¿cómo es posible
que puedan hacer todo eso? Si son de trapo>>, pensaba Lucía con la boca
abierta.
Después de la función, volvió a su casa, de la mano
de su inseparable madre. Al llegar quiso saber más sobre lo que había visto.
—Mamá, ¿cómo pueden hablar unos muñecos?
—Es la magia del teatro, hija. Allí, todo es
posible.
—Pero, ¿por qué mis muñecas no hablan?
—Porque no están en el teatro.
Lucía se quedó meditando largo rato; quería que sus
muñecas hablaran e hicieran todo lo que había visto en el teatro. Se fue a
jugar con ellas, pero nunca cobraron vida. Les recreó un mini teatro, pero
aquellas siguieron sin hacer nada. Lucía se enfadaba cada vez que sus muñecas
no cobraban vida. Hasta que un día, el milagro ocurrió, después de dos años tratando
de recrear el ambiente exacto al del teatro, las muñecas al fin despertaron de
su letargo y comenzaron a hablar con