miércoles, 29 de enero de 2014

Entrevista a un extraterrestre. Capítulo 4

—Interesante, —dijo Anthony—. Alan JR, pregunta desde Twitter: ¿cómo podéis ayudarnos a evolucionar? ¿En qué aspectos?


—Buena pregunta. Os enseñaremos a sacar provecho de energías que ni siquiera sabéis que existen. Os enseñaremos a desplazaros de un sitio a otro rápidamente y sin esfuerzo. Aprenderéis a criar a vuestros hijos de una forma mucho más eficiente, dotándoles de una inteligencia muy superior desde que se encuentran en gestación, y así, hasta una larga lista de cosas importantes. Creemos que todos salimos ganando con esta tregua.


—Hola, buenas noches, —sonó una nueva voz a través del teléfono.


—Buenas noches, ¿tú eres? —Preguntó el presentador.


—Me llamo George Donovan. Mi pregunta es, bueno en realidad son dos: ¿Podríamos ver el resto de tu cuerpo? ¿Podéis
volar?


—Sí y no. Si quieres ver mi cuerpo os lo mostraré, pero tampoco hay nada más allá de lo que podéis ver, digamos que el resto es una extensión de lo que ya está a la vista, aun así, os lo mostraré, —contestó Jonhy levantándose. Un movimiento rápido hizo que las ropas cayeran al suelo, escurriéndose de ellas como una anguila se escabulle de entre las manos. La masa gelatinosa tomó una forma menos plana conforme tocó el suelo, después, hizo varios movimientos como de rebote y volvió a su forma aplanada, era como una tira de gelatina verde, sin más. Dio dos vueltas sobre sí mismo y luego se movió unos metros a un lado y a otro, dándonos a entender que se movía por algún tipo de fuerza que desconocemos, no hacía fricción alguna sobre el suelo, era como si se deslizara sin ningún esfuerzo, la cojera anterior había desaparecido, quizá sólo trataba de mantener la calma y que no sacásemos las cosas de contexto al verle por primera vez.


—¡Impresionante! —Dijo Anthony comenzando a aplaudir instintivamente. El público enloqueció y siguió los aplausos del presentador, formando una ovación monumental. Jonhy hizo dos reverencias y se volvió a meter de un plumazo en las ropas tendidas en el suelo, dándoles forma humana de nuevo. Eso quería decir, que su cuerpo era moldeable y adaptable, llenando mangas y camales.


—Bien, Jonhy. Llegamos a la parte final de esta intrigante entrevista, la más escalofriante de todas las que he tenido el placer de conceder, y mira que he hecho entrevistas raras, ¿verdad, amigos extraños? Me gustaría acabar diciéndote que esto puede que cambie nuestro mundo, y que, si todo lo que nos has dicho es así, quizá estamos ante la revolución más grande que hemos podido vivir jamás. Si yo tuviera que decidir, por mí ya estaríais viviendo aquí hace mucho tiempo, pero yo no soy quien debe llegar a un acuerdo con vosotros, todos sabemos quiénes son esas personas.


—Tú no lo sabes, Anthony, pero has jugado un papel importantísimo en todo lo que está pasando. Si no hubiese existido tu programa, hubiera sido mucho más difícil difundir esta noticia, nuestras intenciones y todo lo que queremos. Los gobiernos nos hubieran tratado de ocultar, guiados por su miedo a perder el control y el poder sobre la población, y es que, en cierto modo, tienen razón. La llegada de una raza con otro tipo de inteligencia, como es la nuestra, puede tener consecuencias en el modo en que vuestros líderes manejan el mundo. De hecho, tenemos intención de proponerles que cambien muchas cosas para el bien de todos los habitantes de este planeta, siempre llegando a ciertos acuerdos. Al final, se darán cuenta de que sus formas no son las más idóneas. No son culpables de nada por haberlo hecho así, sólo que vuestras limitaciones, y vuestro modo de evolucionar, os han llevado a manejar la situación de ese modo. Con nosotros aquí, todo irá mucho mejor, de eso podéis estar seguros, y el planeta, lo agradecerá.


—Bien, amigos extraños. Ya lo han escuchado. Jonhy Petaca, el extraterrestre que ha venido a cambiar el mundo a mejor, o eso dice él. Pero, ¿por qué no creer en que estos seres pueden venir para ayudar a nuestro castigado planeta? ¿Por qué no confiar nuestra evolución a una raza mucho más avanzada? Eso sólo puede contestárnoslo el tiempo. Lo que sí es cierto, que a partir de hoy, todo el mundo tendrá un nuevo concepto de pensar en los seres de otros mundos, y la prueba de ello la tenemos todos delante, Jonhy Petaca. Buenas noches, y gracias por estar aquí, Jonhy.


—Un placer. Me encantará volver cuando queráis, Anthony.


—Y a nosotros que vuelvas. Y a ustedes, mis queridos amigos extraños. Os esperamos en el próximo programa. Como siempre, muy buenas noches, a soñar con cosas ininteligibles que nos permitan desplegar nuestra imaginación.


La música del programa resonó de fondo, las luces bajaron su intensidad y la gente comenzó a levantarse de su asiento para dirigirse a la salida. Yo hice lo propio, pero mi querida Maira seguía de la misma extraña forma en que se quedó cuando Jonhy la miró, ausente de sí, como hipnotizada, con la mirada enterrada en la nada.


—Maira, Maira, —le dije meneando su hombro con mi mano. En ese momento, volvió en sí. Me miró con ojos de culpabilidad, como si hubiese matado a alguien y se arrepintiera de todo—. ¿Está bien? Parecías evadida.


—Sí, sí, tranquilo. Estoy bien, sólo me quedé pensando en mis cosas, —contestó sin sonreír, algo que pocas veces hacía.


—¡Bruce! ¿Puedes bajar? —Dijo Anthony, que se había acercado hacia el pie de las gradas. Era extraño, no había dado mi nombre en ningún momento, pero lo pronunció, lo más probable era que Jonhy se lo hubiese dicho—. Y dile a tu mujer que venga también, —tampoco tenía por qué saber que Maira era mi mujer. Asentí con la cabeza, por mi cuerpo deambuló un rápido escalofrío paralizador, luego emprendí mi camino hacia él, seguido por Maira—. Acompañadme, —se giró y comenzó a andar, fuera de plató.


Recorrimos un largo pasillo hasta llegar a una puerta de lo que parecía un camerino.


—Bruce, ¿qué hacemos aquí? ¿Por qué nos ha llamado Anthony?


—No lo sé, cariño. Creo que el alien quiere vernos, —de nuevo el mismo escalofrío que antes, paseando por mi interior.


—¿El alien? Bueno, querido, ya está. Dejaré de fingir, ha llegado la hora, no he estado pensando en mis cosas, me ha pasado otra cosa. Algo que en unos segundos sabrás, —contestó con demasiada pena, tanta que parecía no ser ella misma.


—Pero, ¿de qué estás hablando?


La puerta se abrió. Allí estaba él, de pie, con ese aspecto gelatinoso y sin más detalles que el brillo de las luces de la habitación reflejándose en su superficie.


—Bien, Bruce. Supongo que te preguntarás por qué te he pedido que vengas, ¿no? —Sonó esa voz que parecía venir de ningún sitio.


—Supones bien, —mi voz tembló al decir eso.


—Tu mujer tiene la respuesta. Eres muy bella, Maira. Me habían hablado de ti, pero jamás imaginé que fueras tan hermosa, —añadió Jonhy.


—Hola, Jonhy, —dijo Maira cabizbaja.


—¿Qué está pasando aquí? No entiendo nada, —dije algo enfadado al mismo tiempo que atemorizado.


—Bruce, querido. Espero que me perdones por esto, pero yo no soy Maira, soy de su raza y he estado infiltrada en tu vida para dar información de calidad a los míos, —dijo retirándose la careta de humana y descubriendo una masa gelatinosa de color azulado, que todavía tenía la forma de su cara.


Di dos pasos atrás, tropecé con algo y caí al suelo de culo. Los dos estaban apuntándome con sus extrañas cabezas translúcidas, una plana y otra que mostraba las líneas de la cara de mi mujer. Por mi mente comenzaron a pasar miles de recuerdos compartidos con Maira, mi amor; aquella chica que me hacía pastelitos de fresa, la que me ayudaba en los momentos difíciles, la mujer por la que había sentido las cosas más maravillosas que se pueden imaginar. Todo parecía un sueño, pero no lo era. Algunas piezas encajaron al mismo tiempo que la cara de Maira, iba adquiriendo la forma plana de su compañero. Ahora entendí por qué ella, siempre supo encontrar los objetos que perdíamos a veces, por qué tenía ese control mental preciso del uso de las matemáticas, por qué soñé misteriosamente con ella, la noche antes de conocerla. Supe que había sido un afortunado por haber vivido con ella y un desdichado por saber que la perdía en ese preciso momento. Mi cabeza dio un vuelco por la cantidad de información incomprensible que estaba recibiendo. Todo comenzó a ponerse negro, me desmayé.


Hoy, diez años después, soy muy feliz por haber sido de los pocos hombres que tuvo el placer de vivir con uno de ellos. No he sufrido por amor, obsequiaron el experimento llevado a cabo conmigo con tener amor eterno, de ese que cuesta tanto encontrar. Y puedo decir, como vosotros ya sabéis, que efectivamente, aquel día cambió nuestro mundo para siempre, y no precisamente para mal. Se lo debemos casi todo a ellos, los Petaca.



No olvides suscribirte al blog para estar al día de nuevas publicaciones, clicando en el botón azul de la esquina superior derecha "participar en este sitio" y validando con tu cuenta de Google. Si te ha gustado lo que has leído, puedes compartirlo con tus amigos y dejar tu comentario, siempre es de agradecer y me ayudarás a crecer. Muchísimas gracias por tu visita y por leer mis historias. Saludos.
José Lorente.


2 comentarios:

  1. Esto sí que ha sido un final con un giro totalmente inesperado, ¡Genial! Claro, quien iba a imaginar eso, parecía todo parte de un presente, de un momento crucial cuando en realidad ya era parte de un plan pre-concebido durante años y que había llegado a su fin exponiéndolo al público.

    De verdad, te felicito por la historia, está muy pero que muy bien, al menos a mi me ha gustado muchísimo.

    Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, FG. Ya sabes que me gusta dar giros inesperados a mis historias. Se les queda un punto e sorpresa que te hace pensar. Un besooo y gracias por tus comentarios y por leer. ;)

      Eliminar