domingo, 5 de enero de 2014

Perfume. Capítulo 25

—Ha sido… increíble. ¡Me encantas! —Digo, con mis ojos entrecerrados por el gran placer que estoy sintiendo.


—Sí, a mí me ha gustado mucho, ¿crees que podrías aguantar un rato más? —Susurra, incorporándose de nuevo y comenzando a mover sus caderas.


    —Yo sí, pero mi pequeño… lo dudo bastante, —respondo, algo decepcionado.


    —No te preocupes, lo entiendo. ¿Sabes? Eres de los pocos que han aguantado más de cinco minutos en esta postura.


—Normal, con esos movimientos que sabes hacer, no me extraña nada que la mayoría, hayan tenido orgasmos prematuros.


Sara da una carcajada breve.


—Bueno, mis clases de danza ayudan bastante, —contesta, sonriendo y despegándose de mí. Se tumba a mi costado—.  Necesito ir al baño. ¿Dónde es? ¿Esa puerta de ahí?


—Sí, es ahí es. En el segundo cajón tienes toallas limpias.


—Vale, —y se aleja de mi lado, caminando como una diva, con ese trasero tan llamativo y perfecto.


Estoy en la cama, tumbado boca arriba, con las manos apresadas por el cinturón, me apetece soltarme, darme una ducha caliente. Escucho los sonidos que hace ella detrás de la puerta, no estoy acostumbrado a que haya alguien ahí, en mi baño. Libero mis manos como puedo, no me ha hecho falta un gran esfuerzo. Me acerco a la puerta del baño, está entreabierta, la veo ahí, arreglándose el pelo alborotado, con una toalla en la mano, su desnudo se ve mucho más perfecto con la potente luz del espejo tocador.


—Voy a darme una ducha, —le digo.


—Sí, yo también. ¡Dúchate conmigo! —Responde, con convicción.


La proposición es muy tentadora, sobre todo porque hace años que no me ducho junto a una mujer. Me gusta que me lo proponga. <<Prefiero ducharme solo, pero quizás la decepcione>>, me quedo pensando un instante.


    —Está bien, pero déjate de duchas y vamos a darnos un baño burbujeante en el jacuzzi, —le digo pícaramente.


—¿Por qué crees que te lo he propuesto? Viendo este milagro de la relajación y el aseo personal aquí en el baño, no me puedo ir de esta casa sin meterme contigo en él. Y si hay mucha espuma, mucho mejor.


—De acuerdo. Espera, enseguida vuelvo. Ve llenándolo.


Bajo a la cocina, agarro cuatro velas aromáticas, el iPad y vuelvo al baño. El vapor de agua caliente escapa por la pequeña abertura de la puerta. Entro, le enseño las velas.


—¿Qué es eso? ¿Velas? ¿Para qué? —Dice, extrañada.


—Son velas, sí, pero aromáticas. Verás qué gusto de baño nos damos.


Coloco las velas estratégicamente, según su aroma. Desbloqueo el iPad, busco en la biblioteca una sesión de música relajante. Le doy al play, con el volumen a menos de mitad. La música comienza su transcurso hermoso, de casi fantasía. El jacuzzi está casi lleno, abro uno de los cajones, saco unas sales de baño, un jabón muy espumoso que tengo para este fin y lo meto todo en la bañera. La espuma comienza a brotar del agua. Sara me agarra desde atrás, noto sus senos aplastarse en mi espalda. Sus manos están en mi pecho y su mejilla en mi omóplato derecho.


—Ya está, podemos entrar.


—Me muero de ganas, —contesta ella—. Tío, ¿cómo lo haces? —Dice, introduciéndose en el baño espumoso. La ayudo cogiéndola de la mano y la sigo, metiéndome detrás, sentándome a su lado.


—¿Cómo hago el qué?


—Hacer que me sienta especialmente seducida con cada gesto que haces, con cada situación que preparas.


    —No sé cómo lo hago, simplemente me nace hacerlo así. Tú inspiras cada hecho, quiero que te sientas especial. Realmente creo que lo eres.


—¿Y tú? ¿Tú qué eres?


—Soy lo que tú quieras, menos drag queen, ¿eh? —Una carcajada sigue a la frase. Ella la compaña con otra.


—Qué gracioso eres. Siempre estás con las bromas, ¿no?


—Me gusta poner humor a la vida.


—No, ahora en serio. ¿Tú qué eres? ¿Crees que fue casualidad que te pidiera el favor de llamar con tu teléfono?


—¿No lo fue?


—¿Tu qué crees?


—Pensé que sí.


—Pues te equivocabas, vuelves a pecar de ingenuo.


—Vaya… discúlpeme, señorita, por no ser tan avispado como pensaba usted.


—No es que se trate de ser avispado o no. Se trata de que pareces un tío muy interesante e inteligente, pero con las mujeres lo llevas crudo, amigo.


—¿Y cómo has llegado a esa conclusión?


—Por el hecho de que no te dieras cuenta de todas las veces que te miraba en el metro cada día y ahora, pensando que fue casualidad que te escogiera a ti de entre tanta gente. La llamada fue un pretexto para acercarme a ti y conseguir tu número. Tenía un complot con mi amiga. Le dije que la llamaría con tu móvil, era un plan, bobo. Podría haber llegado al trabajo, cargar el móvil y hablar con ella en cualquier momento, pero fingí que me quedé sin batería, era todo un plan. Mi móvil tenía la batería a pleno rendimiento. Lo cargo cada noche, mientras duermo, —su expresión me hace saber que es una chica demasiado inteligente. Intuyo que podría estar engañándome de la forma que quisiera y yo, jamás me enteraría.


Mis ojos se han abierto como una ventana en primavera. No esperaba escuchar todo esto, parece sacado de una película, pero no, esto es la vida real, mi vida y estoy encantado con que sea así.


—Entonces, ¿Me estás diciendo que querías conocerme y yo sin enterarme?


—Eso es, exactamente.


—¿Y por eso lo tengo crudo con las mujeres?


—Eso pienso, sí.


—Pues… estás en mi bañera, desnuda y frotando tus piernas con las mías. No parece que sea la definición de tenerlo crudo exactamente, ¿no?


Se ríe a carcajada limpia. Frota un poco más fuerte.


—Tienes razón, como ya te he dicho, me siento seducida pero, ¿me hubieses dicho algo si yo no hubiera tramado el plan para conocerte? ¿Me tendrías aquí si yo no hubiese tomado la iniciativa? —Su gesto ahora es serio, jugando con la espuma entre sus manos.


—¿Y tú crees que vas a poder jugar a este rollito psicológico cómo quieras y cuando quieras?


—Sí, —la rotundidad de esa afirmación me deja sin argumentos. Realmente tiene razón, nunca me ha ido bien con las mujeres, ¿a quién quiero engañar? Lo mejor que he tenido ha sido aquella chica, Caty. Ella me adoraba, y yo a ella. Pero tenía veinte años y yo veintinueve, sintió que tenía que volar y que estar conmigo se lo impedía, yo la dejé marchar sin oponer resistencia, entendía perfectamente su situación. Al fin y al cabo, no soy quién para tratar de convencer a nadie de que esté conmigo, nadie es dueño de nadie.


—Caty, —digo.


—¿Cómo?


—Caty, es la única chica; lo más parecido a una novia que he tenido en toda mi vida. Lo demás ha sido pura superficialidad. Tienes razón, no te voy a engañar, no es mi fuerte el amor.


—Pues en el día de hoy, cualquiera diría lo contrario, me tienes encantada. ¿Qué pasó con Caty?


—Me dejó, era muy joven, tenía una vida por delante, una vida a la que mi presencia ponía obstáculos. Nunca he sabido más de ella.


—Olvídate, esa chica no te quería lo suficiente.


—¿No? ¿Por qué?


—Si alguien te ha importado de verdad, lo normal es saber de esa persona, el resto de tu vida, aunque no cruces ni una palabra, hoy día existen las redes sociales, quien no sabe de alguien es porque no quiere. Y ella no ha querido saber de ti. No te quería.


    —Por esa regla, yo tampoco la quería. Nunca me he interesado por ella después de romper.


—Pues sí, eso es que vuestro amor era falso, una práctica en el camino, sin más.


La música se interrumpe, en la pantalla del iPad aparece un número de móvil que no está en mi agenda de contactos.


—¿Quién te llama a estas horas? —Pregunta extrañada—. ¿Te imaginas que fuese Caty? Me muero…


—Lo dudo bastante, —contesto, poniendo el dedo en la tecla verde de responder—. ¿Sí?


—¿Max? Suena una voz femenina, muy agradable.


—¿Quién es? —Digo, Sara me mira sonriendo, contemplando la posibilidad que acababa de plantear.


—Max, gracias a Dios que doy contigo. Soy la hermana de Héctor. Paula.


    —Ah… Paula, ¿cómo estás? ¿Qué número es este? ¿Has cambiado de móvil? No me aparece tu nombre.



No olvides que puedes suscribirte al blog para estar al día de nuevas publicaciones, clicando en el botón azul de la esquina superior derecha "participar en este sitio" y validando con tu cuenta de Google. Si te ha gustado lo que has leído, puedes compartirlo con tus amigos y dejar tu comentario, siempre es de agradecer y me ayudarás a crecer. Muchísimas gracias por tu visita y por leer mis historias. Saludos.

José Lorente.




1 comentario: