miércoles, 18 de diciembre de 2013

La canica negra

Diego tenía una canica, una pequeña canica de color negro opaco. Ella destacaba del resto de canicas, las demás eran comunes; transparentes y con ese toque de color retorcido en su interior. Diego jugaba cada día con sus canicas, se decía a sí mismo que la negra era la reina, la destructora, la que mandaba con las demás, y así, agrupaba las transparentes y atacaba con la negra, porque para él, esa era mucho más poderosa.


    Un día, su tío llegó con un gran camión; cargado con infinidad de piedras de “mentira”. Era para él, se lo había comprado en un mercado ambulante. Su tío era codicioso, quería que su sobrino de 6 años tuviese todo lo mejor. Al pequeño Diego le fascinó el camión en gran medida, tanto fue así, que olvidó sus canicas en un cajón, sí, esas que tantas tardes de diversión le habían brindado, a él y a sus amigos. Bastaba con hacer pequeños hoyos en la arena del parque y jugar a meterlas todas dentro, siempre atacadas por la negra, claro. El camión, grande, sofisticado y con gran cantidad de detalles, eclipsaba todo el tiempo de juego del pequeño. Se pasó casi dos meses jugando sin cesar con ese juguete de nueva generación, que le había regalado su
tío.


    Llegó el día en que ese camión ya no le reportaba suficiente felicidad, entonces se acordó de nuevo de su querida canica negra, aquella que era capaz de transformarse en sol, en luna y hasta en tiranosaurio rex alguna que otra vez. Recordó el cajón donde guardó todo el grupo de bolas de cristal. Fue en su busca pero ya no estaban, su madre, guiada por el afán de tener todos los cajones ordenados, las había tirado a la basura por error. Diego lloró, lloró y volvió a llorar cada vez que se acordó de la canica negra, aquella que era como una bola de fuego, como un asteroide que atacaba planetas, que dominaba la Tierra, pero aquella hermosa bolita negra no apareció, por mucho que llorara.


    Volvió a buscar el camión, pero ese juguete ya no le brindaba felicidad sino aburrimiento. No podía transformarse en nada, era un camión, sin más. Se dio cuenta de que jamás debió abandonar a su pequeño grupo de canicas y de que nunca volverían, y si volvían, no sería lo mismo porque ya no estaría la negra; era una pieza de coleccionista, que había conseguido su padre en una subasta de joyas.


    El niño creció, haciéndose hombre, un hombre que supo valorar desde niño todas las cosas que poseía, hasta la más insignificante.


    Y es que, por muy insignificante que te sientas, por mucha gente poderosa que tengas por encima, siempre puedes recordar que eres único, como cada ser viviente, como aquella pequeña canica que era diminuta, pero llenaba de una diversión gigante a su amigo Diego. Esa canica somos cada uno de nosotros, cada persona a la que despreciaste, cada animal al que abandonaste o mataste. Valora lo que tienes si no quieres perderlo, aprecia a quien hace el bien por ti, si quieres conservar a esa persona, haz el bien a quien te lo haga a ti y nunca pierdas el respeto a nadie. Vivirás más feliz, vivirás en paz.




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José Lorente.

2 comentarios:

  1. En el camino de la vida dejamos a veces muchas cosas atrás. lo más curioso de ello es que a menudo cuando miramos al pasado, precisamente de todas ellas solemos recordar justamente las que tal vez fueron (o nos parecían en su momento) las más insignificantes y sin embargo, daríamos lo que hiciera falta para poder tenerlas de nuevo aunque fuese un instante. Con las personas a veces podemos equivocarnos, incluso no tenerlas en cuenta, y es después con el paso del tiempo, que vemos lo que sin pensarlo llegaron a representar en nuestra vida.

    Como siempre es un placer venir a leerte. Me encantan tus relatos.

    Quiero ponerme con tu trabajo del Perfume, pero lo quiero empezar desde el primer capítulo y ahora no tengo el tiempo para ello, pero lo tengo en cuenta ¿eh? no pienses que no lo quiero leer.


    BESITOS Y FELICES FIESTAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. Exacto, FG. No hay que menospreciar nada en esta vida, nunca sabes cuando lo echarás de menos. Aquí se hace patente el dicho "no sabemos lo uqe tenemos hasta que lo perdemos".

    No te preocupes, Perfume seguirá estando ahí para el que lo quiera leer, así no te quedarás con ganas, como les pasa a los que lo siguen cada semana, que quieren más... Un besote y felices fiestas, igualmente.

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