domingo, 8 de diciembre de 2013

Perfume. Capítulo 21

Llegamos al cine, la película que me interesaba ver, no está en el horario que nos vendría bien, decidimos no ver ninguna.


—¿Y ahora, qué hacemos? —Pregunta Sara, agarrándome del brazo y apretujándose hacia mí.


—¿Sabes lo que se me acaba de pasar por la cabeza?


—Qué.


—¿Te gustan los animales?


—Claro, ¿a quién no?


—Hay mucha gente que los detesta, lo cual no puedo entender, pero bueno… ¿Quieres que vayamos al Oceanográfico?


—Oh, eso sería estupendo. Todavía no he estado. Me han dicho que es una maravilla.


—Sí, lo es. No se hable más. ¡Vamos!


—Sí, —contesta ella con una gran sonrisa, indicando que mi idea, ha sido perfecta para este momento.


Cogemos un taxi, nos acerca hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El puente L´Assut de l´Or, se alza magistral, proyectando su inmensa sombra en derredor. A punto de llegar al Oceanográfico, noto el móvil vibrar en el bolsillo, lo saco. Es Sandra:






Sandra Rodríguez


En línea








Sandra, querida 8:48




He tenido que irme, tenía


algunas cosas que


hacer  8:49




Ayer lo pasé genial


contigo 8:49




El lunes te veo 8:50




Muchos besos 8:50




Muaaaa 8:50








Maxi, guapo 17:11




Ya imaginaba que al despertar, no estarías.


No te preocupes 17:11




Además, había quedado con Carlos hoy,


no me interesaba que te quedaras 17:12




Jejejejeje, perdona mi egoísmo


pero, ya sabes lo que me gusta ese chico


y también sabes, que entre tú y yo,


no puede haber nada 17:13




Ahora mismo estoy con él 17:13




Acaba de ir al baño y he aprovechado


para escribirte 17:14






Jajajajajajajajajjajaja 17:14




Qué tía 17:14




Me quedo más tranquilo


sabiendo que no soy nada


para ti 17:15




Pero la verdad es que


me da exactamente igual,


yo estoy con Sara,


así que… en paz 17:16






—¿Con quién hablas tanto? —Pregunta Sara.


—Con una amiga, enseguida me despido de ella, no te preocupes.


—No, tranquilo, por mí no te cortes, ¿eh?


—De acuerdo, pero es que, no es nada importante. No ha de durar demasiado esta conversación.


—Muy bien, de todos modos, qué atento eres, me gusta, sí.


—Y tú, qué preciosa y respetuosa, me gusta también, sí, sí.


Sonríe y gira la vista hacia la ventana, indicándome que no ha de interferir más en mi conversación privada de whats app. El coche para y bajamos de él, miro de nuevo el móvil para terminar la conversación con Sandra.




Y luego me dices a mí 17:16




Vaya, eso es lo que tenías que


hacer hoy, ¿no? 17:16




Canalla jajajajaja 17:17




Bueno, te dejo, que viene 17:17




El lunes nos contamos, besossss 17:17




Muaksss 17:18




Vale, guapa 17:22




Yo también te dejo,


el lunes hablamos 17:22




Un beso 17:22




Muaa 17:23






Guardo el teléfono, Sara me agarra del brazo. Compramos las entradas. Esta vez sí me ha dejado invitarla. Caminamos hacia el interior de las instalaciones. Primero, el espectáculo de delfines, casualmente, o quizá por su belleza, llaman a Sara como voluntaria en uno de los números del espectáculo; consiste en dar pescado y acariciar a los delfines después de que hagan sus acrobacias. Ella me mira y sonríe prominentemente desde la orilla de la piscina, momento que aprovecho para sacar el móvil y tomar unas cuantas fotos, <<seguro que le gustan>>, pienso. Después, vamos al interior, a los túneles de los acuarios, donde se pueden ver tiburones delante de ti, como si estuvieses nadando con ellos. Sara está impresionada, yo, es la segunda vez que vengo y no dejo de alucinar tampoco. Luego, pasamos por los pingüinos y después por las focas y leones marinos. La tarde está yendo genial, Sara no deja de darme las gracias por haberla traído aquí. No hace falta que me lo agradezca, si alguien está agradecido, soy yo, con su sola presencia y compañía. Me siento afortunado de que esa mujer con la que soñaba desde hacía semanas, esté aquí, conmigo, y me haya propuesto pasar el fin de semana juntos. Parece un sueño hecho realidad, estas cosas no suelen pasar en la vida real, pero a mí me está pasando. Eso me hace pensar que, al fin, parece que voy a tener suerte con una mujer. Su humildad, su educación, su saber estar, su voz, sus ojos, su aroma, su cuerpo, toda ella es perfecta para mí; la mujer que siempre hubiese querido tener a mi lado. Por eso, no puedo apartar mis ojos de ella. Cada vez que la miro es como un soplo de felicidad invadiendo mi ser. Su sonrisa me hace caer en un agujero de complicidad y alegría del que no puedo ni quiero salir.


—Valentín, mira eso, —me dice Sara, señalándome un extraño pez aplanado y grande que pasa en ese momento.


—Sí, bonita. Es un pez luna. Ha salido para ti, como la luna sale para las estrellas cada noche. Es un pez muy raro de ver en libertad.


—Oh… Qué apuesto galán eres. ¿Siempre tienes piropos tan ingeniosos a punto? —Contesta, acariciándome la mejilla.


—Para ti, puedo tener los mejores halagos que hayan nacido de un hombre hacia una mujer, eso es lo que me inspiras. No con todas las mujeres me salen así, sólo con las que me importan de verdad.


—¿Entonces yo te importo? O, mejor, ¿tienes otras que no te importan?


—Mujer, no te diré que no tengo alguna interesada que otra, pero la verdad es que, ninguna ha demostrado ser la mujer que yo necesito.


—¿Y yo sí?


—Tú… bueno… vas por buen camino, pero no te confíes. A veces puedo ser un poco raro en estos temas, un día estoy ahí para ti y al día siguiente, me he desencantado. En tus manos está.


—No te preocupes. Voy a hacer que seas el hombre más feliz del mundo, te lo garantizo, —y me planta un beso en los labios que no puedo ni quiero evitar; un beso lento, carnoso, sensual y atrevido. Toda una demostración de intenciones por parte de esta chica tan sorprendente a la vez que desconcertante.


—Vaya, esto sí que es demostrar y lo demás, estupideces, —le susurro, algo asombrado a la vez que encantado.


—Pues esto es sólo el principio. Espera que tengamos más confianza. Entonces sabrás que soy la mujer que quieres para siempre, contesta, confiada y pícara.


—Vaya… eso es muy difícil de conseguir, ¿eh? Ojalá sea así, no me importaría, —replico, intentando hacerle saber, que sigo sin ser un facilón, aunque me está costando. Ella parece manejar todas las situaciones.


—Estoy totalmente segura de que pensarás eso después de un tiempo conociéndome, —añade, en tono serio, pero dejando asomar una leve sonrisa al final.


—Espero, muñeca, espero. Eso sería la leche.


­—Lo será, cielo, lo será.


Después de esa interesante charla y ese primer beso por sorpresa, salimos del Oceanográfico. Ahora sólo pienso en ir a casa con ella. Cenaremos cualquier cosa. Se lo propongo, acepta sin vacilar, llamamos un taxi y nos ponemos en camino. El día no podía haber sido más perfecto, pero la noche… la noche promete mucho más aún, por suerte para mí.



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José Lorente.


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