Llámame tonto, llámame
ingenuo, llámame como quieras llamarme, pero jamás me llames extraño porque
formas parte de mí desde aquella vez que nuestros caminos se cruzaron.
Sabes que fue aquella noche, enfrente de la fuente,
dónde vivimos nuestra más sincera bienvenida.
Éramos muchos, pero sólo estábamos tú y yo. Tus
cabellos me obligaron a peinarte, tus ropas me llevaron a quitarlas. Me sentía
como un niño ante un caramelo una tarde de domingo.
No podías quejarte, tampoco querías, llegaste para
regalarme tu cuerpo, yo te cogí en mis manos, sólo te quería a ti, de entre
muchas.
Me enseñaste las virtudes de tu cuerpo, no pude
resistirlo y te mordí, una y otra vez, hasta dejarte en los huesos.
Un instante después, no valías nada, me desprendí de
ti con la facilidad de hacer un gesto con el brazo y dejarte en el bordillo,
tirada.
Mis amigos me esperaban, uno de ellos dijo:
—¿Has terminado con la mazorca? Tenemos que irnos.
Nunca más supe nada de ti, pero en aquel momento
fuiste todo para mí.
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Es que hay ciertos momentos en los que la tentación es tan grande que se torna irresistible, muy bueno!!!!!! Aunque pobrecita dejarla ahí en el bordillo jajajajaja
ResponderEliminarBesos!!!
Ahora era cosa de las hormigas... Era su destino. Gracias FG, siempre con tus opiniones vistas desde un ojo artístico. Besossss!
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