domingo, 11 de agosto de 2013

Perfume. Capítulo 4

Sigo esquivando personas. No la veo <<¡Joder! Pero, ¿qué tiene ella para hacerme sentir así? Ya lo sé, lo sabes perfectamente, Max: Tiene ese aroma que cautiva, esos ojos que hipnotizan, esa elegancia que la distingue; tiene tantas cosas… No pienses más. Déjala, no te conoce, apenas te mira. Piensa en otras cosas, piensa en tu trabajo. Sí, será mejor>>. Desisto en mi intento de encontrarla. Choco con un niño pequeño que no he visto y provoco que caiga al suelo. La mujer que lo lleva de la mano, su madre, me mira enfurecida y me echa un sermón. Me disculpo arrepentido. El metro abre sus puertas, es el mío. Desabrocho mi chaqueta al entrar por el calor que desprende el gentío, está lleno y llega; llega de nuevo esa fragancia inconfundible y llena de vida. Mi corazón se acelera y mi subconsciente ordena a mis ojos que busquen la procedencia del sutil olor femenino que, me lleva loco. No he de buscar demasiado, está sentada justo a mi lado.




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José Lorente.

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