miércoles, 6 de noviembre de 2013

Donde mueren las palabras

Es una importante reunión en la sala de conferencias de la empresa en la que Mario, alto ejecutivo de dicha empresa, trabaja desde hace más de 12 años.


    Están todas las personas con las que se reúne habitualmente para tratar los asuntos internos de la empresa; contratación de personal, ajuste de cuentas, nuevos proyectos, etcétera. Pero hoy, hay una cara nueva en la mesa. Es una joven de aspecto atractivo, cara dulce, fina, melena negra y ojos negros también. Nadie la ha presentado, Mario no sabe quién es pero no puede dejar de mirarla, comprobando que ella también le mira a él. Mario, incapaz de concentrarse en su trabajo por la grata presencia de la joven muchacha, comienza a menear su bolígrafo de un lado a otro de su mano, ella lo mira y hace lo propio con el suyo pero, con una leve sonrisa hacia él, coloca el boli en sus labios y lo muerde sutilmente, mientras con sus ojos apunta a Mario que, no puede dejar de mirarla. No están cercanos en la mesa pero parece que la atracción entre ambos es muy fuerte, tanto, que es el turno de Mario de exponer sus puntos del día y se ha quedado en blanco, provocando la sonrisa bastante más acentuada de la misteriosa y atractiva chica. Se sienta en su silla de nuevo, pidiendo disculpas por su momentánea falta de lucidez. La reunión termina y Mario se encara a su jefe para explicarle el porqué de su error y de paso preguntarle quién es esa chica:


    —Jefe, me he quedado en blanco
porque…


    —Entiendo, no te preocupes. Sé perfectamente lo que te ha pasado, he visto cómo te miraba desde que llegaste y el jueguecito que ha hecho con el bolígrafo. Es Miriam, una de las hijas de uno de los máximos accionistas de la empresa. Tú sabrás lo que has de hacer con ella. Pero a mí no me inmiscuyas en el asunto.


    —¿La hija de uno de ellos? ¿Francisco o Ramón? ¿Quién es su padre?


    —Francisco.


    —Joder, qué lata. Ese tío no es muy simpático que digamos. Bueno, gracias por su comprensión y consejo, jefe.


    Dos años más tarde, Miriam y Mario estaban tomando café en el bar habitual, cercano a la empresa.


    —¿Recuerdas el día que nos conocimos? —Dijo Miriam.


    —¿Cómo olvidarlo? —Contestó Mario mirando hacia arriba.


    —Tu memoria no es gran cosa que digamos, por eso lo digo, —agregó Miriam con el mismo tipo de sonrisa que tuvo aquel día en cuestión.


    —No es muy buena mi memoria, no. Pero si tenemos en cuenta que después de tu numerito con el bolígrafo en la sala de reuniones, me metiste en el primer cuarto de baño que encontraste y me quisiste follar sin encontrar oposición, no se puede olvidar, ¿no crees? —Contestó Mario sonriendo y viendo cómo Miriam estallaba en una gran carcajada—. Y si además de aquello, tenemos en cuenta, que hemos repetido esa hazaña miles de veces en la casa que compartimos, en probadores de tiendas y en otros tantos lugares, a cual más extraño y peligroso, todavía es mucho más difícil de olvidar, ¿no, amor? —Finalizó Mario.


    —Claro, querido. Cómo viste, a veces no hacen falta palabras para el juego de la conquista romántica, basta con utilizar de manera correcta el lenguaje no verbal del que fuimos dotados.


    —Sí, cariño. Donde mueren las palabras, nacieron tus gestos con un simple bolígrafo, para conseguir conquistarme aquel día sin necesidad de decir nada.




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6 comentarios:

  1. Muy bueno tu relato. Sobran las palabras, porque en los silencios y en los gestos también vive el amor , y como no en un corazón dibujado en una servilleta no mueren las palabras si no que hay que saber verlas sin que estén pintadas

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    1. Exacto, Coté. En el juego de la seducción, existen infinidad de maneras de ejecutar la acción y no precisamente tiene que ser por medio de la palabra escrita o hablada. Muchísimas gracias por leer, me alegro que te haya gustado. Un besoteeee.

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  2. Muchas veces no son precisas las palabras para comprender de pleno aquello que se nos dice, insinua o demuestra con los gestos, las miradas o una simple y bella sonrisa. Lo cierto es que el ser humano posee la grandeza de poder expresarse de forma infinita y no tan sólo me refiero al hecho de escribir y hablar sino de muchas otras formas como tú has sabido plasmar en tu relato.

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    1. Sí, FG. Somos poseedores de una cantidad asombrosa de dones, que ni siquiera somos capaces de entender, o es que no nos fijamos en ellos. Cuando se tarta de comunicación, hay mucho y nada escrito. Muchísimas gracias por leer. Un besooo! :D

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  3. no está mal, a veces las palabras sobran, algo que como siempre depende de la mujer, ¿o no? Le echaré una ojeada a tu novela erótica, no ahora, porque estoy liado con lo de los premios 20blogs y quiero visitar todas las páginas posibles. mi url es http://alejandrovargassanchez.blogspot.com por si quieres devolverme la visita. saludos

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    1. Las mujeres tienen más poder del que podemos imaginar nosotros, los hombres, así es... jajaja. Ya visité tu espacio, interesante blog. Alejandro. Muchísimas gracias por leer y comentar mi humilde trabajo. Saludos.

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