domingo, 3 de noviembre de 2013

Perfume. Capítulo 16

Siete mensajes de la guapa y dulce Sara, ni siquiera me he dado cuenta que han llegado. <<Qué borracho vas, el vino te ha cegado. Los mensajes han llegado a las cinco y cuarenta y tres y ahora son las cinco y cincuenta y ocho. Bueno, tampoco es demasiado tiempo. Contéstale ya>>, me digo, concentrado en la pantalla del móvil. Abro la aplicación rápidamente:




Sara Robledo


últ. vez hoy a las 17:51






No te olvides de tocar la


piedra siempre


ni de traerme un regalo en 


forma de


souvenir  08:46




Te mando muchos besos,


preciosa  8:47






Hola, señor Valentín 17:41




Decirte que la piedra que me has


regalado me encanta, me gustan esos


pequeños detalles en un hombre. La


llevaré siempre conmigo.


Te lo aseguro. 17:41




No te preocupes que te traeré algo,


quizá un amuleto de la suerte 17:42




Así estaremos en paz en cuanto a


regalos, te parece? 17:42




Un besazo enorme, delincuente 17:43




Ah, y la foto que tienes puesta


me encanta. Estás sexy. 17:43




Muaaaaks 17:43






Preciosaaa 17:59




No me había enterado de tus


mensajes 17:59




Eso, eso. Así me gusta, que


me tengas en cuenta  durante


tu viaje 18:00




A mí también me encanta tu


foto, me encantas tú


entera 18:00




Cuando vuelvas te veo,


no? 18:00




Pásalo genial, bombón 18:00




Muaaaaa 18:01






Guardo el móvil y la voz de Sandra vuelve a la escena.


—Oye. ¿Me estás escuchando? ¿Qué era eso tan importante que tenías que hacer con el móvil, que ni siquiera estabas haciéndome caso?


—Disculpa. ¿Qué decías?


—Da igual. Vamos a sentarnos.


—Sí. Me muero de sed.


—Yo también.


Nos acomodamos en los butacones. El músico acaba de terminar la canción y está diciendo unas palabras para presentar la siguiente.


—El tema que interpretaré a continuación, es muy especial para mí. Es un pequeño tributo a uno de mis músicos referentes:


>>La vie en rose, de Louis Armstrong. Espero que la disfruten y la sientan tanto como yo. Gracias, —dice el músico.


—Anda, qué casualidad. Justamente esa canción. Veníamos escuchándola y ahora la tenemos aquí, en directo, —me dice Sandra, con gran expresión de alegría en su rostro.


—Sí, cierto. Por eso es mágico este local. Siempre hay algo que te sorprende, —contesto con media cabeza puesta en Sara al haber recibido sus mensajes y pendiente de si el móvil vuelve a vibrar.


—Qué lugar tan bueno éste, —agrega ella, moviendo su pierna al compás de la canción que empieza a sonar.


Se acerca otro camarero, también negro, y vestido como el anterior.


—¿Qué desean los señores? —Pregunta.


—Yo tomaré un gin tonic de Bombay Sapphire, —dice Sandra.


—Yo otro, pero con Hendrick´s.


—Muy bien, señores. ¿Alguna cosa más? ¿Algo para picar?


—¿Tú quieres algo, Sandra?


—No, todavía voy hinchada de la comida.


—De acuerdo. Es todo, muchas gracias, —le digo al camarero, que hace un gesto de asentimiento y se retira a servir el pedido.


—No podemos hacer nada hoy. Sandra, no creas que no me apetece pero, sería ir en contra de mis principios si después de conocer a Sara, con todo lo que siento por ella, me acostara contigo.


—¿Cómo? Pero, bueno. ¿Qué mosca te ha picado con esa tía? Si no es nada tuyo, sólo es una desconocida que te ha dado su número, nada más.


—Sí, una desconocida que, sabes perfectamente todo lo que ha despertado en mi interior siendo eso, una desconocida. De sobra sabes lo difícil que es, que una mujer, me haga sentir estas cosas y más sin conocerla de nada. Ya te he dicho que no me gustaría cagarla con ella ni hacerle daño ni nada de nada, ¿entiendes?


—Sí, entiendo. Pero también entiendo, que si te acuestas conmigo hoy, no va a pasar nada, porque ella no está implicada en tu vida, todavía. Quizá más adelante lo esté, pero ahora no. No la traicionarías ni le estarías haciendo daño, porque no es nada tuyo, ¿entiendes eso tú? Y te lo digo desde la perspectiva de una mujer, ¿eh?




—Sí, seguramente tienes razón pero, no me gusta actuar contrariamente a mis instintos. Mi conciencia me dice que no haga nada contigo hoy, no sé. Quizá debería tomarme menos en serio esas cosas.


—Pues claro, tonto. Pareces otra persona desde que has estado trasteando el móvil. Era ella, ¿verdad? ¿Te ha contestado? No pienso entrometerme entre ella y tú pero, acuérdate lo que me has dicho antes en el coche, sobre dejarnos llevar. ¿Crees que puedes seguir esa regla todavía? —Se abalanza sobre mí, tentando mi debilidad masculina.


—Mujer, viéndote así, tan de cerca, pues… bueno… veremos que sucede, —contesto, dejándome querer.


—Ese es mi Maxi. Luego no dirás lo mismo, estoy segura. Mañana será otro día. Quizá yo tampoco quiera o pueda volver a acostarme contigo. También está Carlos por ahí, ¿recuerdas? Según lo que dices tú, yo tampoco debería tener nada contigo hoy, ¿no? Tonterías, todavía somos libres, como siempre. No seas tonto y disfruta.


—Es verdad. Suena muy convincente lo que dices, cualquiera se resiste a tus razonamientos, y a tu belleza. Si es que…


—Claro, bobo. Disfrutemos del momento. Ya vendrá lo que tenga que venir.


—Sí.


Me centro en la música y trato de sacar a Sara de mi mente. El camarero nos sirve las copas y deleitamos nuestro paladar con tan apetecibles bebidas.


Dos copas más tarde, llega el momento de irnos. Hemos disfrutado de la actuación del músico que, ahora sé que se llama, Charles Owen, quiero seguirle después, seguir su carrera musical. Sus canciones me han llegado muy adentro. Sandra también ha quedado impresionada por ese hombre negro, que parecía fundirse con su saxofón y que tenía una voz ronca y carismática. Ella no deja que pague ni una copa siquiera y yo acepto a regañadientes. Aunque yo le haya invitado a comer, no me gusta mucho que me pague todas las copas; nos son baratas precisamente.


Caminamos hasta la puerta de la entrada, donde está el recepcionista con nuestras americanas en la mano, aguardando que las recojamos. Mientras me la pongo observo el local, la gente que hay en las mesas; está lleno y entre la multitud parece que veo la melena de Sara. Me quedo congelado ante la posibilidad de tenerla tan cerca. <<No puede ser ella, debería estar en su clase de pilates, o de danza, o en el gimnasio>>, me digo, confuso. Miro la hora; son las ocho y treinta y cinco de la tarde. <<Sí, a estas horas debe estar en alguno de esos sitios. pero>>… continúo deliberando. La supuesta Sara gira un poco su cabeza, permitiéndome ver su cara y sí, es ella, sin duda lo es y está con otro chico. <<¿Ha mentido? ¿Por qué está aquí?>> Me pregunto. No lo sé, tampoco quiero comprobarlo, está con otro tío y ahora nada me cuadra. Saco el móvil para ver si ha contestado a mis mensajes, no hay mensajes nuevos. Abro el chat y compruebo que no se ha conectado. Agarro a Sandra del brazo y provoco que salgamos rápidamente. Visto lo visto, voy a acostarme con ella, sí o sí.



No olvides que puedes suscribirte al blog para estar al día de nuevas publicaciones, clicando en el botón azul de la esquina superior derecha "participar en este sitio" y validando con tu cuenta de Google. Si te ha gustado lo que has leído, puedes compartirlo con tus amigos y dejar tu comentario, siempre es de agradecer y me ayudarás a crecer. Muchísimas gracias por tu visita y por leer mis historias. Saludos.

José Lorente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario