miércoles, 31 de julio de 2013

Ese bicho de cuernos

Me llamo Carl. Estoy en Pamplona de vacaciones, con motivo de la festividad de San Fermín.


    La verdad, no sé muy bien de qué tratan estas celebraciones. Sólo sé que mis amigos hablan constantemente de unos bichos con cuernos de enorme tamaño. No sé por qué un simple animal da tanto que hablar.


    Estamos en una de las calles en donde se reúne una gran cantidad de gente. No he parado de beber cerveza y mis sentidos están bastante bloqueados. Me invade una sensación de alegría y confianza. Quiero lanzarme al medio de la calle cantando a gritos canciones pegadizas; lo hago. De repente mis amigos gritan, todo el mundo se alborota. A mí me da igual, sigo con mis andadas alcohólicas. Los gritos cada vez son más estridentes, lo cual, distrae mi atención hacia ellos. Mis ojos se abren de par en par al ver una avalancha humana que se dirige hacia mí, la mayoría con caras de pánico. No entiendo que pasa pero huyo. De entre la multitud aparece uno de esos bichos. —¡Toro! —se oye—. Me va a coger. Uno de esos cuernos roza mi espalda lanzándome despedido y más nada puedo hacer. Despierto en un hospital al amanecer.

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